Ferrer Dalmau. El último beso |
En
la madrugada del 4 al 5 de marzo de 1838, tres mil infantes y trescientos
efectivos de caballería, entraron con el mayor sigilo en Zaragoza y ocuparon
diversas posiciones estratégicas. Era una facción carlista comandada por el
general Cabañero. Las tropas insurgentes procedían de Morella, donde Ramón Cabrera,
apodado el tigre del Maestrazgo,
dominaba el frente levantino. Tras tomar Belchite, se dirigieron a la capital
aragonesa amparados en las sombras de la noche.
Zaragoza
era durante la regencia de María Cristina de Nápoles una plaza clave de la
España liberal. Los carlistas estaban apoyados por el general francés Epinard,
y contaban con la complicidad de algunos conjurados del interior de la ciudad.
Tal como relata José Miguel Delgado, ante
el estrépito de los facciosos, los nacionales de la guardia del principal
dieron la voz de alarma. Las campanas de Santa Engracia fueron las primeras
en tocar a rebato, y muy pronto se unieron a ellas las del resto de las
parroquias. La población civil zaragozana se preparó para su propia defensa. El
pueblo de Zaragoza al grito de ¡Libertad! Se echó a la calle, y combatió a los
asaltantes.
El general cabrera |
La regente María Cristina |
Ferrer Dalmau. Mujeres de Zaragoza |
La
ciudad recibió de la reina regente el título de “siempre heroica”, que añadió en su escudo a los que ya poseía. La muy noble, muy leal, muy heroica, muy
benéfica, siempre heroica e inmortal ciudad de Zaragoza, conmemora cada 5
de marzo aquella gesta sin parangón de la que todos los zaragozanos y
aragoneses debemos sentirnos orgullosos. Sépalo pues el mundo entero, y sepan
los enemigos de la libertad que Zaragoza no se rinde jamás.
De
muchacho no permití que mis maestros interfirieran en mi educación. Mark Twain.
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